martes, 28 de abril de 2015

Después de abrir mi cuenta blogger he escrito algo no tan bueno, y supongo que no tan malo, así que aprovecho este lugar vació para ponerlo. 
aún no he bautizado a este pimpollo pero, espero pronto tener una idea
Cuando las siluetas se volvieron humo supo que había crecido.
Cuando la firmeza empezó a fluir, como el líquido que había dentro la aguja que utilizaba para curarse el miedo, supo que había crecido.
Los científicos lo llamarían síndrome de Peter pan.
El lo llamaba miedo.
Ella, era una mujer. Y hacia que él se sintiera hombre. Sentía algo distinto, Incluso, le daba morbo verla caminar por la calle , ó correr por la mañana.
Sentía que era el aire que atravesaba sus pulmones y volvía a salir.
Adentro y a fuera.
Ella le daba pavor. En su habitación tenia un recordatorio de que aún no había crecido.
 El s.r Boob había estado ahí desde que su Papá desapareció.
 Mamá lo compró para que olvidara pronto que Papá no estaba.
Su pelo de colores estaba cubierto por la mugre y su gesto era siempre amable.
 El no quería crecer, pero parecía que ella, sin conocerlo , sin hablarle convencía con sus gestos suaves, su mirada directa.
El no quería crecer, pero la quería a ella.
Un día, su amiga del infancia le dijo.
 - cuando alguien canta, ¿puedes sentir eso? Tu sabes, es como si irradiara sentimientos, como si te dieran el alma, por eso los nuevos son un fracaso, no dan lo que deberían dar, no entregan el alma en cada nota, solo piensan en lo que ganaran, eso es todo.
 -no lo entiendo, ¿de que hablas? - sabia de que hablaba pero entenderla sería como comprender temas de adultos, los cuales evitaba.
- Sergio cantó después de coger.
Después de hablar de lo bien que la había pasado junto a cualquier chica, con aquella que lo había acompañado en raspaduras, caídas de bicicleta y trabajos escolares, El deicidio continuar solo,y se empezó a fijar en sus preocupaciones solo un momento, pensaba en Mamá, y que pasaría si crecía.
Podría ella sola con todo, o lo extrañaría de vez en cuando, ella aun lo trataba como un bebe.

Todos estaban creciendo.
El no. Quería que el tiempo parará y quedarse así para siempre.
Que mamá no envejeciera, que su amiga no creciera, y su el señor Boob no se ensuciara más.
Un día vio por la calle un capricho.
Un capricho de pantorrillas fuertes y cintura deseable.
No le dio ni la mitad de miedo, morbo, deseo ni rabia de lo que le daba ella. Así que en un dos por tres ya estaban detrás de la puerta de su casa, besándose, cuando el capricho apago su pasión por el miedo. Un miedo menos profundo que el de su futuro compañero de alcoba, pero más escandaloso.
-si no buscas un condón, olvídalo.
- sierra la boca y abre las piernas- le dijo el con un par de risas al respaldo. Ella tomo toda la seguridad y consejos de su madre que llevaba en el bolsillo y se dispuso a subir sus medias.
Cuando él la tomo violentamente por el brazo y le grito con gran desesperación que lo quería y lo quería ahora. El capricho rebuscó entre su bolsillo y encontró el consejo de su abuela.
-¿ cuántos años tienes ?
-casi 20.- dijo con una mueca de disgusto.
-recordé que Alicia me espera en la plaza hoy, y ya se me hace tarde.
- esta vez termino de ponerse las medias, y antes de salir, le dio un maternal beso en la frente, y con sus 19 años y 3 generaciones de sabiduría femenina salió de esa casa.
Su capricho se escapada, y el comprendió, todos y cada uno de sus gestos,
Sabia por que el capricho lo había dejado, y se detesto a si mismo por entenderlo, entender el mundo de los adultos, así que en la soledad de su casa de boto en el sillón y lloro. Sintió colarse de su alma las gotas que recorrían sus mejillas.
De verdad, no quería crecer. 
Se lo recordó con lágrimas de furor, hasta que mamá abrió la puerta.

Cuando vio a su hijo llorando en el sillón ,como era su costumbre, Amelia , una mujer de manos de hechicera y ojos de cabra, quiso cogerlo entre sus brazos, incorporarlo y ponerle en la lengua un dulce de esos que compraba para el desde hace 15 años.
Pero hacer eso no aliviaría sus problemas, y estaba harta de que se comportara como un crió, después de tantos años, sabia de que se trataba.
Amelia quería estar sola ahí. Quería llevar a su cama al hombre con el que desayunaba en el restaurante de la esquina todos los días.
 Quería vivir como si fuera joven de nuevo. Sola con un hombre a su lado.
Amelía abandono sus gestos dulces para orillar a su hijo a crecer.
-levántate de ahí, patético saco de mugre y haz algo para arreglar lo que sea que te este pasando.
Mamá nunca lo había tratado así.
Pero no le dio la importancia necesaria, y se desparramo en los brazos de su madre. Jadeo como a los 6 y se acurrucó en el pecho de esa mujer que lo había criado sola, sin ayuda de nadie.
Amelía dejo su dureza para la mañana del miércoles y acaricio los cabellos de su hijo por el tiempo necesario, luego se levanto, y sin decir una palabra siguió fantaseando con aquel hombre que lograba hacer que quisiera echar a su hijo de la casa
Cuando volvió a ver a su capricho, el empuño su orgullo contra su pecho y preparo la mirada de desprecio más intensa que tenía. Pero por azares del destino, justo a un lado de su capricho la encontró a ella.
Estaba tan distraído viéndola que no noto que su mejor amiga las acompañaba a las dos.
Cuando noto que las tres estaban juntas le entro un pavor de esos que se esconden entre los huesos y te dejan frío.
Como cuando casi reprueba física en secundaria.
O como cuando cualquier chica le había dicho que a lo mejor sería padre.
Sentía que todas estarían hablando de él en ese momento, como si no tuvieran otra cosa de que hablar. Como si el mundo girara en torno a él.
 Y nadie ni nada más estuviera en sus labios. Pero había otras preocupaciones por venir La mañana del miércoles su madre acababa de ver al hombre que la veía, ni como una mamá, ni como una hermana, si no como una mujer.
Había tomado una decisión, y no la abandonaría ni por más que el que había sido "el caballerito, su corazoncillo y apestoso " hiciera un berrinche. Pero cuando atravesó la puerta vio a alguien diferente en su sala.
El humo a penas si la dejaba ver y a la mitad de su sala encontró un muñeco calcinado, algo que sin duda nadie esperaba al atravesar una puerta.
Tras el lema de su padre "quema tus problemas".
El había tratado de deshacerse de lo que lo separaba de su objetivo principal y su mayor terror. El detonante lo había explotado su mejor amiga de la infancia hacia pocas horas antes.
- Recuerdo cuando dijiste que no esperabas a crecer, teníamos 8.
-No quiero, crecer representa muchas cosas.-dijo mientras la jeringa atravesaba su brazo.
-no eres un niño, no deberías comportarte como uno, mírate, te estás metiendo mierda en el cuerpo, solo eres hombre que quiere ser un niño.
-No soy un niño, pero no soy un hombre.- dijo mientras el liquido traspasaba sus venas.

-Se un hombre, arregla esa mierda y luego tal vez te la presente. -"se un hombre y arregla tus problemas" como si alguien hubiera tomado sus recuerdos y se los hubiera enseñado a la fuerza, el recordó a su padre, gritándole con ese característico tono de hombre perfecto.
-Al final no fuiste tan perfecto, nos dejaste.- musitó, casi contándoselo al viento.
 No quería ser como el, no quería abandonar a nadie, no quería la responsabilidad para luego irse.
No quería que alguien más tuviera la necesidad de comprar un s.r Boob para olvidar su ausencia.
Quería quedarse. Su padre era un asco, fue un asco y siempre lo seria para él, tomo al señor Boob y con toda la rabia que había guardado desde niño dejo caer un cerillo sobre el.
Y a si, para el, se convirtió en hombre. Cuando el humo los dejo solos, se imagino a la silueta de su padre pasar por la puerta poco a poco. Y al fin lo dijo.